En el siglo VII, con la introducción de la seda, se adoptaron las formas de los vestidos chinos, que se regularizaron con el código Taihō (701) en el «vestido reglamentario» japonés. Las mujeres llevaban largos vestidos de lana o pelleja. Según los testimonios más antiguos, en verano el hombre iba prácticamente desnudo, mientras que en invierno llevaba una falda de vedija, elaborada con piel de oveja, y se cubría con un sobretodo de pelleja.
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